El ser humano y la tecnología

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A lo largo de su historia, el ser humano ha enfrentado grandes revoluciones que han transformado profundamente su forma de vida: desde la agricultura, pasando por la revolución industrial, hasta llegar a la invención del transistor y su desarrollo en semiconductores. Estos avances han tenido un impacto gigantesco en nuestras vidas, al punto de que, como sugiere el artículo, podemos afirmar que el ser humano actual se ha convertido en el Homo Electronicus, debido a la omnipresencia de los microprocesadores en nuestra cotidianidad.

Sin embargo, es difícil prever cuál será la próxima gran revolución en nuestra vida diaria. Desde mi perspectiva, ya estamos inmersos en ella: la revolución de la información.

Hoy en día, la humanidad genera aproximadamente 463 exabytes de información diariamente en internet. En perspectiva, un DVD estándar almacena 4.7 gigabytes; se necesitarían unos 100 mil millones de DVDs para guardar toda esa información. Este inmenso volumen de datos es producido por aproximadamente el 60% de la población mundial, y tiene una influencia decisiva en nuestras vidas: desde las noticias que leemos, la música que escuchamos, hasta las películas y videos que consumimos. Cada vez es más común que nuestra principal fuente de información sea internet.

En este contexto, no es sorprendente que los empleos mejor remunerados estén relacionados con el procesamiento y análisis de estos datos. Pero surge una pregunta clave: ¿Qué se puede hacer con toda esta información? A menudo pensamos que solo acumulamos datos irrelevantes, como un me gusta en publicaciones de redes sociales. Sin embargo, esta información tiene un componente crucial: su capacidad para influir y moldear decisiones, comportamientos y tendencias en múltiples aspectos de nuestra vida.

Tomemos dos ejemplos clave: TikTok y X (antes Twitter). La primera es una red social en constante auge que ha captado la atención de un público cada vez más diverso. Ya no son únicamente los jóvenes quienes se sumergen en esta plataforma; el rango de edades de sus usuarios crece continuamente con el tiempo. Esto se debe a un factor fundamental: su poderoso algoritmo de preferencias.

El éxito de TikTok radica en su capacidad para recopilar y procesar datos de los usuarios, creando una experiencia personalizada y altamente adictiva. Desde la velocidad con la que deslizamos los dedos, los comentarios que observamos, hasta el tiempo que pasamos frente a la pantalla, cada interacción se utiliza para optimizar el contenido mostrado. Este diseño ha llevado a que estudios recientes comparen el impacto adictivo de TikTok con el de sustancias como el azúcar o la nicotina.

Estas características han disparado las alarmas en diferentes instituciones de salud pública a lo largo del mundo, donde se relacionan los efectos de la adicción a esta red social con diferentes trastornos mentales como la ansiedad o la depresión. Toda esta maquinaria de procesamiento de información se da con un solo objetivo: vender espacios de publicidad al mejor postor. La capacidad de personalización es una oportunidad perfecta para que las empresas puedan vender de manera más eficiente sus productos y mejorar sus ganancias, sin importar el coste en la salud pública de los usuarios.

No son menos importantes las acusaciones que se presentan por parte del gobierno de Estados Unidos sobre cómo la capacidad de personalización en esta red social puede ser empleada para cambiar los resultados de elecciones o la percepción pública de diferentes problemáticas (con numerosos ejemplos de parte del Partido Comunista Chino). Sin embargo, estas acusaciones nos permiten llegar a otra red social clave: X.

Antes conocida como Twitter, X es una de las redes sociales más utilizadas por los usuarios estadounidenses para debatir temas de actualidad, presentándose como un espacio de pluralidad y libertad de expresión. Sin embargo, es fácil notar una realidad distinta.

Desde su adquisición por parte de Elon Musk (el hombre más rico del mundo), X se ha transformado en una plataforma que parece orientada a influir en el aparato electoral de los Estados Unidos. Prácticas como la difusión de publicidad engañosa y el aumento desigual de visibilidad para publicaciones de una ideología específica son solo algunos ejemplos del impacto que esta red social ha tenido en procesos como el triunfo electoral de Donald Trump.

En este contexto, Elon Musk se perfila como uno de los mayores beneficiados, al acceder a un cargo público impulsando su imagen a través de una plataforma que él mismo controla.

Estos dos ejemplos de redes sociales nos dejan una lección crucial: EN LA ACTUALIDAD, QUIEN CONTROLA LA INFORMACIÓN, CONTROLA EL MUNDO. Hace algunos años, el dominio global estaba en manos de quienes monopolizaban la violencia (el Estado). Sin embargo, hoy la balanza se inclina cada vez más hacia las grandes corporaciones que poseen y gestionan la información, como Google, Amazon o Facebook, que ahora lideran el desarrollo mundial.

Por ello, en esta era de la revolución de la información, es fundamental que desarrollemos la capacidad de distinguir entre información verdadera y falsa, ser críticos frente a los contenidos que consumimos y, sobre todo, establecer mecanismos para regular el poder de estas grandes empresas. Solo así podremos evitar un desequilibrio en el control de la información, que inevitablemente afecta nuestras vidas cotidianas.